El Arte de escribir sin arte



OPINIÓN DE JOSEPH B MACGREGOR 

 El Arte de escribir sin arte es uno de esos raros casos en los que es más importante el personaje que el texto; la extraordinaria e insólita personalidad de Felipe Alaiz sobresale por encima del presunto interés que puedan tener (y que de hecho tienen) sus reseñas literarias o sus particulares opiniones sobre los autores más celebrados y reputados de la Literatura Española, y sin duda es lo que más destaca en un ensayo demoledor (y hasta un poco cruel) valiente y arriesgado, aunque en el momento de su publicación apenas tuviera la más mínima repercusión. Ácrata radical, personaje insólito de biografía turbulenta, propia de un sujeto inquieto y de gran personalidad, en El Arte de escribir sin arte, Alaiz nos ofrece su particular visión de lo que debe ser considerado literatura o lo que no. Desde su punto de vista, igual que no existen dos personas que se expresan o hablan de igual manera así deberían ser los libros: personales y únicos, narrados sin adornos ni ambages, buscando la pureza literaria en lo simple, en los que se escuche la auténtica voz del autor. En ese sentido, abomina de lo recargado y barroco, lo sentimental y lo cursi, lo descriptivo y decimonónico; vicios de la literatura española de todos los tiempos; autores que parecen que escriben para sí mismos o para ser leídos por sus amigos.

Sin embargo, sus dardos envenenados no van dirigidos tan solo a los géneros clásicos o populares sino sobre todo a aquellos autores considerados como fundamentales (Bécquer, Lorca, Azorín, Valle-Inclán, Benavente, etc.). Pocos se salvan de la quema; tan sólo encuentra verdaderos valores en Baroja, pero porque no escribe como un español sino como un autor europeo. Sus análisis son corrosivos pero también muy atinados y divertidos, llenos de ingenio y lucidez. Pero como afirma el escritor Juan Bonilla en el interesante epílogo del libro, a través de sus reseñas Alaiz no sólo nos ofrece su particular visión de los autores reseñados sino que esto no es más que una excusa, un punto de partida, para arremeter contra la cursilería y el pobre nivel cultural de un país que tiene los autores que se merece; por ejemplo cuando habla de Benavente y analiza una de sus obras de teatro, la crítica burlona que Alaiz realiza de los protagonistas le sirve también para hablarnos del lamentable sentido de la moral burguesa de aquellos días y de paso arremete contra el público que aplaude lo que considera un auténtico despropósito. En sus ensayos siempre está presente en mayor o menor medida su rechazo hacia lo burgués, una clase social que considera retrograda, inmovilista y culpable de muchos de los males de España.

 JOSEPH B MACGREGOR

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