EL ESCALADOR CONGELADO



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OPINIÓN DE JOSEPH B MACGREGOR


Tenía ganas de leer la última novela de Salvador Gutiérrez Solís ya que sus anteriores libros - El Orden de la Memoria y Escritores -  me dejaron un buen sabor de boca. De hecho, considero El Orden de la Memoria una de las mejores novelas que he leído en los últimos dos o tres años, así que abordé la lectura de ésta su más reciente publicación, El Escalador Congelado, con cierta expectación, entusiasmo que no ha quedado del todo defraudado ya que Gutiérrez Solís me parece un excelente narrador que tiene la habilidad de convertir en interesante lo rutinario y en dotar de profundidad y emoción sus historias de manera excepcional.

Quizá las diversas tramas que conforman la narración - historias que suceden todos los días protagonizadas por personas "normales y corrientes" - en manos de un escritor con menos recursos narrativos o más pueril o superficial no me habrían despertado el menor interés. Sin embargo, Gutiérrez Solís consigue con mano maestra que este catálogo de vidas cruzadas, ambientadas en el Sur de España, me resulte, en líneas generales, bastante estimulante, aunque haya historias o  existan personajes que me hayan resultado más motivadores o a los que tomé un mayor cariño que a otros. 
En ese sentido, el cocinero Amadeo y Luna, la prostituta transexual, y sus conflictos personales o sentimentales me parecen que ganan por goleada a los protagonizados por Jesús, Susana, Mario o Ana, cuyas peripecias, conflictos internos, dudas o incertidumbres me motivaron algo menos, no porque no estén bien contadas o descritas o me parezcan irreales - muy al contrario como señalé al comienzo de la reseña se tratan de historias cotidianas, que a cualquiera de nosotros les puede pasar -; ni tampoco porque los personajes no estén bien explicados - al contrario me parecieron muy humanos y reconocibles por todos -, sino porque las situaciones protagonizadas por estos no me emocionaron o conmovieron tanto como las experimentadas por Amadeo y Luna, que sí adquieren para mí la categoría de personajes inolvidables.

Con respecto, a la estructura de la novela, efectivamente se construye a partir de una serie de tramas en principio intencionadamente inconexas pero que se van ensamblando, poco a poco, como piezas desordenadas de un puzzle; éstas terminan conformado un todo armónico en el que no se notan los cosidos ni los pespuntes. 
Existe, eso sí, un nexo común que aparece en todas las historias desde prácticamente el comienzo de la novela: la imagen de un escalador congelado en el Nepal que aparece en un documental televisivo y que es visionada por todos los personajes en un momento concreto de la historia. De este modo, esta imagen que da título a la novela sirve como metáfora de la vida de cada uno de ellos. Por un lado, nos encontramos con personajes que no se detienen ante las adversidades, que siguen escalando a pesar de los escollos y obstáculos que se le van presentando- aquellos que tienen mayor vocación de supervivientes-; y por otro, nos encontramos con otros que han detenido su existencia en un punto sin retorno, cuyos ingredientes esenciales son la monotonía, la mentira y la falsa apariencia de un vida presuntamente idílica que finalmente no es tal. En ese sentido, el planteamiento y posterior desarrollo me evocó el excelente film de Ces Gay, En La Ciudad, aunque la película se mostraba quizá más pesimista o triste que la novela, que sí nos muestra una puerta abierta a la redención o a la esperanza para alguno de ellos.

De igual modo, otro aspecto interesante en el ámbito narrativo reside en un también intencionado desorden a la hora de plantear el desarrollo de las historias, que en algunos casos suceden en el presente de los personajes y en otros en forma de eficaces flashbacks que nos ayudan a entender mejor - o desde otro punto de vista - alguna de las situaciones planteadas o las actitudes o reacciones de los implicados en las diversas tramas. En mi opinión, en esto reside la principal y más sobresaliente habilidad como narrador de Gutiérrez Solis que, como bien se subraya a lo largo de la novela, demuestra lo importante que es saber decir las palabras en el orden correcto o acertar a la hora de mezclar los ingredientes de la receta, dándoles el toque personal del buen chef; ese algo especial y mágico que aunque se intente enseñar no se puede aprender porque está íntimamente ligado a la peculiar sensibilidad del restaurador.

JOSEPH B MACGREGOR

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