MENORES EN LA RED de Juan A. Romero del Castillo

OPINIÓN DE JOSEPH B MACGREGOR

Menores en la Red de Juan A. Romero del Castillo adopta el formato de sencillo y accesible manual de seguridad para padres y educadores con el objetivo de sugerir algunas pautas o consejos para conseguir que el acceso de los niños y adolescentes a la sociedad de la información les resulte beneficiosa y no dañina o perjudicial. A través de los capítulos del libro, Romero del Castillo realiza un completo recorrido no sólo por el entorno más peligroso de las redes sociales o el correo email, ya que es más fácil que la información de nuestra vida personal quede al descubierto, sino también se ocupa de las nuevas aplicaciones más propias de smartphones o tablets, y dedica un apartado importantísimo a los videojuegos.
 
Quede claro que en ningún momento la intención del autor es la de demonizar Internet, sino muy por el contrario asegura que haciendo un uso responsable e inteligente de las diversas aplicaciones o programas, tanto en lo que se refiere a redes sociales, navegación por Internet, juegos, chats, etc. , puede resultar una experiencia enriquecedora y educativa para nuestros hijos. Sin embargo, sí es cierto que en Internet a través de nuestro correo e-mail o nuestra presencia en Facebook, Twitter o Instagram, así como el uso cada vez más frecuente y obsesivo de Whatsapp y otras aplicaciones parecidas, dejan en la red un rastro de nuestra personalidad (aficiones, modos de vida, gustos, opiniones políticas, familiares, hijos, viajes, etc.) ya sea con nuestros comentarios o con las fotos de nuestra familia o hijos que exponemos con total impunidad en las redes. De este modo, sin darnos cuenta, estamos mostrando al mundo información que es utilizada por las empresas para bombardearnos de publicidad o peor aún esas fotos de críos pueden ser robadas por pederastas o gente peligrosa.  La mayoría de nosotros no somos conscientes de la cantidad de información sobre nosotros mismos estamos facilitando a extraños día a día cada vez que nos conectamos a una red social, enviamos un email o un Whatshap. Mientras que estos recursos, en opinión del autor, sean utilizados como fuente de información, es decir como se utiliza la página web de un periódico o un libro educativo o de consulta, las redes sociales pueden resultar muy enriquecedoras tanto para críos como para adultos.
 
En ese sentido, Romero del Castillo esgrime el concepto Seguridad Digital Activa, que consistiría no tanto en estar bloqueando o filtrando contenidos a los críos, sino en educar a los hijos para que ellos mismos se hagan responsables de su propia seguridad y sepan que cosas son convenientes hacer y de cuáles hay que huir como de la peste. Este concepto no está reñido con la vigilancia paterna acerca de con quién se comunica nuestro hijo, sí lo hace con amigos conocidos o con desconocidos por ejemplo o si entra en páginas de apuestas tipo Casino o similar, trampas para sacarnos el dinero.
 
De igual modo, es importante percatarse de cuánto tiempo emplea el crío en jugar con videojuegos y vigilar hasta que punto está enganchando en los juegos ya que sí emplea demasiado tiempo es posible que haya caído en una adicción, por lo que sería aconsejable acudir a un psicólogo infantil. Como prevención, el autor nos sugiere unos cuadros en los cuáles los padres pueden programar por horarios las actividades - por ejemplo, en época veraniega - que nuestros hijos puedes realizar. De esta manera, se conseguiría una racionalización más adecuada y responsable del tiempo estival. Pero no serían los padres quienes estarían al tanto de si su hijo cumple con los horarios o no, sino que sería el propio niño quién se haría responsable de repartir su tiempo de ocio de manera eficaz y reflexiva.
 
Por último, el autor también nos ilustra sobre las grandes lacras que se derivan del mal uso de las redes sociales o de las aplicaciones de chats o intercambio de fotos. Hablamos de fenómenos tan peligrosos y perniciosos como los screamers (imágenes o videos terroríficos con caras monstruosas y sonido atronador que se envían para dar un buen susto a quién los recibe, principalmente críos muy pequeños e impresionables), el grooming (seguimiento, acoso y abuso de menores por parte de pederastas), la pornovenganza (tras una ruptura amorosa, uno de los conyugues difunde fotos íntimas de la pareja como venganza), el sexting (algo similar a lo anterior, pero no por venganza sino para alardear o como diversión), ciberdelitos (expresar insultos o calumnias sobre una persona a través de las redes sociales hasta la humillación o la vejación verbal; puede provocar el suicidio de la víctima), ciberbulling (acoso entre iguales por ejemplo entre alumnos de una mismo colegio, a través de redes sociales, correos o mensajes a móviles, sobre todo a menores de edad). Aunque pueda parecer que Internet es una Ciudad sin Ley, por la que estos delincuentes campan a sus anchas y con total impunidad, lo cierto es que todos estos delitos están penados por la ley y pueden ser denunciados a través de portales como la web del Cuerpo Nacional de Policía, la Brigada de Investigación Tecnológica (http://www.policia.es) o la web de la Guardia Civil, el Grupo de Delitos Telemáticos (http://www.gdt.guardiacivil.es).
 
En definitiva, a través de una serie de capítulos cortos pero muy amenos. eficaces y claros, Romero del Castillo nos ofrece consejos bastante prácticos que no sólo sirven para que los empleemos en mejorar la seguridad de nuestros hijos en su acceso a las nuevas tecnologías, sino también para que los adultos hagamos un uso más responsable, cuidadoso y responsable cada vez que nos exponemos públicamente en Internet.
 
JOSEPH B MACGREGOR
 
 

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